El pukará de Lasana, en el río Loa, Desierto de Atacama.

He estado tres veces en este lugar, como a mis 12 años con mi padre, luego hace medio siglo con un amigo y hace unas semanas con Javiera y Sol. Parece no haber una explicación del porqué los Incas construyeron ahí, abajo, un fuerte. Por supuesto, además era una despensa pero ¿qué querían controlar? ¿Las comunicaciones? Si lo construían en el borde, arriba, lo controlaban todo.

En el viaje hace 50 años, llegué a este lugar desde Calama, vía camiones, camionetas y caminando. No tenía nada que comer así que pregunté en alguna casa dónde podía comprar pan, en el sentido de dónde estaba la panadería. Por supuesto, no existía ni siquiera el concepto ni de panadería, ni de farmacia ni de ningún comercio.

Me indicaron que fuera a estas casas, en las que probablemente estaban por hacer pan.

Su propietario —el lugar ahora es de su hermana Lorenza—, me indicó que estaba por calentar el horno para hacer pan y además, nos invitó a almorzar en la mesa en la foto.

De la puerta de la construcción del fondo, media subterránea, salieron tres chicas adolescentes indígenas, muy bonitas, a prender el horno. Ahora sabemos que son «las hermanas» parece que sin vínculo familiar con Lorenza y su familia. Las ayudé en la faena del fuego, en la que me quemé hasta decir «basta», para sentarnos a almorzar después solos, con mi amigo, mientras todos nos observaban a media distancia.

El almuerzo en el lugar más adverso del mundo consistió en corazón de cordero con ensaladas de zanahoria y betarraga. Lo peor para mi, lo mejor de su despensa.

Lástima que esta vez no estaba ese hombre para darle un abrazo de agradecimiento. Inolvidable.

[Prodibi command='{«type»:»grid»,»settings»:{«container»:»Lasana en el río Loa»}}’]