Entretenido viaje por mi interior remoto

5 de diciembre de 2014 a las 18:47

 Unas amigas me invitaron para que hiciera una «Regresión«
El pozo y el signo del eneagrama
El pozo y el signo del eneagrama.

Fascinante lo de hoy en la mañana. Y útil. Más que una Regresión fue una Inmersión en cosas que estaban haciendo presión para salir. Gracias a mis anfitrionas pude dominar un sorpresivo nerviosismo inicial por la posibilidad de enfrentar cuestiones desconocidas en mí.

Partí en una playa que a veces era Arica, otras Viña y otras ”ninguna parte» para internarme después por un sendero entre los árboles y llegar a una cabaña grande de madera, entrar, subir al segundo piso a una biblioteca donde el hombre encargado, a mi solicitud y con extrema amabilidad, me pasa un libro azul. Lo abro en la página del signo del eneagrama que me dice «nunca me has entendido».

Cierto, nunca he entendido el eneagrama.

Me voy de la biblioteca y estoy caminando por arenas desérticas en las que no hay nada excepto un pozo algo lejos. Soy mayor —como hoy—, llevo sandalias y una túnica color arena. En el pozo lleno un balde, me desnudo y vierto el agua por sobre mi cabeza. El agua está viva, es vida, me lava, limpia y me rejuvenece. Me visto y voy a un lugar con unas pocas casas de tierra y piedra, no hay nadie, una está con la puerta abierta.

Dentro hay muchas alfombras y algunos muebles, y desde el fondo ella me mira. Es una mujer muy bella, muy morena de brillantes ojos verdes, por la que siento una fuerte pasión, pero que nunca podrá ser mía porque ya la han vendido a otro. Nada en todo ese poblado es mío, excepto mi rabia que es grande y la pena también. Me siento vencido. Ella como paralizada, sólo me mira. No puede hacer nada que no sea obedecer órdenes. Está vestida con una túnica pero puedo verla desnuda en todas sus partes, como si fuera un holograma pero en lo real.

Me voy y paso el resto de mi vida caminando, muy entretenido, conociendo mucha gente y lugares gracias a que tengo un Don: puedo mostrar la Verdad. Entonces recuerdo que ella se llama Almendra, pero en su idioma.

Ya muy viejo llego a una construcción de piedra, con una gran laja donde me tiendo mirando una perforación en el techo. Estoy cansado pero agradecido de todo. No tengo a nadie ni nada.

Mirando las estrellas veo un gran ojo por el que no puedo ver porque es como una joya con iris de esmeralda y pupila de rubí, lo guardo en mi mano y aparece enorme la luna. Casi podría tocarla. En ese espacio está Mi Dios propio. Abandono mi cuerpo sobre la piedra y entre las estrellas descubro que yo soy mi propio dios. He muerto.

En el retorno al hoy me detengo en un lugar en el Mediterráneo. Es alrededor de 1890, muy bonito, con una ensenada de aguas tranquilas y al otro lado hay un pequeño pueblo con lindas casas, muelles y varios botes y barquitos a vela. Estoy con sandalias, pantalones y camisa de lino crudo muy suave. Hay algo de viento que mueve las flores silvestres. Cerca de mi mano, en el aire como si estuviera en un papel, nuevamente el eneagrama. A pesar de que en ese tiempo era  mi deseo y mi intención, no me puedo quedar en ese lugar. El eneagrama como un ancla me tira hacia la fuerza que está al otro lado del velo que puedo traspasar de un lado al otro, cuántas veces quiera, de la oscuridad a la luz y de la luz a la oscuridad, pero en la luz no hay nadie y el velo todavía no ha sido rasgado.

Regreso a este lado del velo.

Quedé agotado, en varios momentos estuve muy tenso, pero fue asombroso. Mi agradecimiento Claudia Álvarez, a las tres.